Desde palomas migratorias hasta delfines del río, un nuevo estudio ha determinado que en los últimos 500 años 73 géneros de vertebrados desaparecieron del árbol de la vida, unos 35 veces más que las extinciones anteriores a la aparición de la agricultura.
El estudio, firmado por un dúo de biólogos (uno en México y otro en Alemania) examinó 5 400 géneros de vertebrados (excluyendo peces), con sus 34 600 especies, publicados en diversos bases de datos, incluyendo los datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la organización encargada de emitir la listas de animales en peligro de extinción, para sus conclusiones.
Si la actual aniquilación biológica continúa, dicen los autores, las tasas de extinción a nivel de género no tendrían precedentes en los últimos 66 millones de años, cuando un meteorito acabó con el 75% de la vida en la Tierra.
A diferencia de la extinción de una especie, la extinción de un género corta una rama entera del árbol biológico, lo que significa que las especies que lo integran han desaparecido. Por ejemplo, si mañana se extinguiera el género canis, eso supondría que sus especies (incluyendo el perro) han sido mutilados del árbol de la vida.
Esta extinción masiva está alterando todo el planeta, posiblemente a un estado en el que puede resultar imposible que persista nuestra civilización actual, dicen los científicos. Ya que la pérdida de un género supone también la pérdida de la función que sus especies desempeñan dentro de un ecosistema.
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Un caso que podríamos usar de ejemplo, sería la desaparición de un género de carnívoros en un sitio, lo que derivaría en la falta de control de los herbívoros, alterando la flora del lugar. «Más herbívoros, menos crecimiento de plantas».
Los datos del estudio indican que las extinciones genéricas han ocurrido en todas las clases de vertebrados y en todos los continentes (excepto la Antártida), mayormente en los países tropicales.
La mayoría de los vertebrados que han desaparecido son aves, seguidas por mamíferos, anfibios y reptiles. Estos animales incluyen dos de las aves gigantes, las aves elefante (Aepyornithiformes) de Madagascar y los moas (Dinornithiformes) de Nueva Zelanda; además de los lémures perezosos (Palaepropothecidae) de Madagascar.
Aunque los datos son incompletos, la mayoría de las pérdidas se habrían producido en los dos últimos siglos. Algunos géneros como la vaca marina de Steller (Hidrodamalis) desaparecieron hace mucho tiempo, mientras que otros como el tigre de Tasmania (Thylancinus) y el delfín amarillo de río (Lipodes) se han alejado desde que la ciencia moderna comenzó a prestar atención, dice el artículo.
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El equipo calcula que antes de los impactos humanos la tasa de extinción se mantuvo igual en los últimos millones de años. Esto supone que si la tendencia fuera parecida se habrían extinto dos géneros desde la colonización americana (uno cada 250 años). Sin embargo, en ese lapso de tiempo al menos 73 géneros se extinguieron. Esto significa que en condiciones naturales ese número de extinción habría tardado unos 18 mil años en concretarse, dicen los autores.
Según los científicos, en las próximas décadas la sexta extinción masiva en la que ya estamos inmersos será incluso peor, con más géneros de animales desapareciendo debido al crecimiento de la población humana, la agricultura, la destrucción del hábitat, el comercio ilegal y la alteración del clima.
Si la tasa de extinción continúa como ahora, para 2100 la desaparición de géneros de vertebrados podría ser 500 veces más que antes del impacto humano.
Si bien, los datos sobre la mayoría de los invertebrados y plantas son aún más escasos, algunos grupos también muestran una mutilación sustancial, dice el equipo.
Hasta la fecha, se sabe que al menos un tercio (3 de cada 10) de los vertebrados terrestres tienen poblaciones en disminución, ya sea por contracción de su área de distribución o por disminución de su número. Por ejemplo, a principios del siglo XX había alrededor de 10 millones de elefantes africanos, y ahora sólo quedan unos 450 000. En varios países, todas las poblaciones de elefantes han desaparecido y las grandes bestias ahora están ausentes en regiones que alguna vez ocuparon. Las poblaciones supervivientes están dispersas y la mayoría está disminuyendo.
Los animales que se han extinto, van desde rarezas evolutivas con hábitat específicos como las ranas incubadoras gástricas (Rheobatrachus), hasta especies muy extendidas como las palomas migratorias (Ectopistes).
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Si bien las ranas gástricas vivían en un área muy pequeña de la selva tropical australiana sus sistemas de reproducción eran únicos; las hembras tragaban sus huevos y los renacuajos nacían en el estómago. Por mucho tiempo estas ranas nos ayudaron a entender el funcionamiento de los ácidos estomacales, por lo tanto, su pérdida supuso también la pérdida de una información directa sobre diversas enfermedades.
Por otro lado, la pérdida de un género muy extendido, como la paloma migratoria, puede tener un impacto en el funcionamiento de todo un ecosistema. Así como la pérdida de un carnívoro puede contribuir a la aparición de nuevas enfermedades transmitidas por animales. Ya que la superpoblación de sus presas puede impulsar la aparición de virus y parásitos, como las que cargan los roedores.
Las mapas también muestran que las regiones tropicales de América (desde el sur de México hasta el norte de Argentina), el África subsahariana y el sur de Asia, son las que concentran más géneros monotípicos (de una sola especie). Por lo tanto, deberían considerarse regiones más vulnerables para la conservación, concluye el equipo.
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Desde que los seres humanos dejamos nuestra vida nómada para asentarnos en lugares específicos empezamos a modificar nuestro entorno. Inventamos la agricultura, empezamos a extraer minerales y cambiamos el curso de los ríos. Lo que contribuyó a qué nuestra relación con los demás seres vivos se fuera alterando.
Durante el último siglo, las actividades humanas se han acelerado tanto y la superpoblación humana se ha vuelto tan grave que ha creado una dramática transformación ambiental global. La mayoría de los ecosistemas naturales han sido modificados o han desaparecido por completo, y la abundancia de vida silvestre se ha reducido considerablemente.
En los principales grupos de seres vivos, miles de especies e innumerables poblaciones han desaparecido. Es imposible saber el número exacto de extinciones recientes, dicen los biólogos, pero se estima que las tasas actuales de extinción son cientos o miles de veces más altas que las tasas que prevalecieron durante millones de años antes de la revolución agrícola.
Esto supone una pérdida de animales sin precedentes desde la desaparición de los dinosaurios no aviares, y supone una tasa de extinción como nunca se ha visto en la historia de la Tierra causada por una sola especie animal: el Homo sapiens sapiens.
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