Una mujer china de 25 años se ha convertido en la primera persona con diabetes tipo 1 en producir su propia insulina gracias a un tratamiento que está en su etapa inicial de ensayo clínico en humanos.
Según el artículo publicado en la revista Cell* a finales de septiembre, la paciente comenzó a producir insulina menos de tres meses después de recibir un trasplante de células madre reprogramadas extraídas de su propio cuerpo.
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Hasta ahora, los ensayos con células madre para tratar la diabetes tipo 1 han utilizado células embrionarias donadas. Sin embargo, en el nuevo estudio, que involucra a varios institutos chinos, los científicos extrajeron células de la grasa de la propia paciente para reprogramarlas. Una vez extraídas, las células se expusieron a un cóctel de pequeñas moléculas que las indujeron a regresar a un estado pluripotente, similar al de las células madre embrionarias, capaces de convertirse en cualquier tipo de célula.
Es como si tomáramos a un adulto y lo regresáramos a un estado infantil para que pudiera aprender cualquier profesión en el futuro. En este caso, una vez que las células estaban en el estado pluripotente, se les enviaron señales específicas para que se transformaran en células de los islotes pancreáticos. Finalmente, los islotes se inyectaron en los músculos abdominales de la mujer.
Los islotes son un grupo de células que, entre otras funciones, se encargan de producir la insulina, una hormona que permite la entrada de azúcares a las células. Digamos que cumplen la función de un portero que abre el cerrojo al azúcar para que pueda ingresar. Luego, las células utilizan el azúcar para producir la energía que el cuerpo necesita para funcionar. Por ende, si no hay producción de insulina —como ocurre en la diabetes tipo 1 debido a que, por error, el sistema inmune ataca a los islotes—, o hay poca producción o la función está alterada (como ocurre en la diabetes tipo 2), el azúcar se acumula en la sangre, provocando alteraciones y daños en los órganos.
Antes del artículo, los investigadores habían publicado varios estudios en animales, incluyendo ratones y macacos, donde los islotes creados a partir de células madre inducidas químicamente se pusieron a prueba. En estos ensayos, además de observar la reducción de azúcares en la sangre, los científicos también descubrieron que el trasplante de células en el abdomen en lugar del hígado, donde normalmente se inyectaban, mejoraba la supervivencia de los islotes: no había rechazo y las células lograban alcanzar la madurez. Además, al colocarlos en el abdomen, se hizo posible monitorear las células mediante imágenes por resonancia magnética y potencialmente eliminarlas si fuera necesario, algo que no ocurría cuando el trasplante era en el hígado.
«En conjunto —dicen los autores—, estos estudios establecieron una base para la transferencia clínica de los islotes de células madre en pacientes humanos».
En total, los científicos inyectaron cerca de medio millón de células en la mujer que había sido diagnosticada con diabetes tipo 1 desde hacía más de una década. El ensayo clínico fase 1 buscaba determinar qué tan seguro era el tratamiento y ver si habían posibles efectos secundarios.
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Según los resultados, dos semanas después del trasplante, el requerimiento diario de insulina de la paciente comenzó a reducirse, pasando de 54 unidades por día a 43 unidades el día 18. A los 75 días, la paciente ya no necesitaba inyecciones de insulina y «ha estado así durante el período de seguimiento de un año», dice el estudio.
Los datos también mostraron que la paciente fue regulando poco a poco sus niveles de azúcar en la sangre, pasando de estar unas 10 horas en el rango normal a permanecer el día entero «libre de azúcar». Tras un año, su nivel de azúcar en la sangre se habría mantenido dentro del rango normal y su hemoglobina glucosilada, que mide el control del azúcar a largo plazo, «se ha reducido a niveles no diabéticos».
Como la mujer ya estaba recibiendo inmunosupresores por un trasplante de hígado anterior —había tenido dos trasplantes de hígado y uno de páncreas desde su diagnóstico de diabetes—, los investigadores no pudieron evaluar si las células madre reducían el riesgo de rechazo del injerto.
Aunque el organismo no rechace el trasplante porque no considera que las células sean «extrañas», en las personas con diabetes tipo 1, debido a que padecen una enfermedad autoinmune, existe el riesgo de que el organismo ataque a los islotes.
Por lo tanto, a pesar de estos resultados, aún queda por evaluar la seguridad y la eficacia del tratamiento más allá de un año. Por ahora no parece haber efectos secundarios del tratamiento ni desarrollo de anomalías como tumores que suelen aparecer en este tipo de trasplantes.
De todos modos, concluyen los autores, los hallazgos respaldan la necesidad de estudios más amplios con más pacientes y «marcan un paso adelante en el desarrollo de una terapia personalizada utilizando células madre para tratar la diabetes tipo 1».
Además de la mujer del estudio, otros dos pacientes estarían inscritos en la fase 1 del ensayo clínico, cuyos resultados se esperan en los próximos meses.
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