
En lo que actualmente es el norte de Myanmar, una especie de escarabajo usaba sus antenas inusualmente largas para luchar por parejas en la era de los dinosaurios. Unos 100 millones de años después, su fósil conservado en ámbar birmano ha llegado a nosotros.
Según un equipo internacional de paleontólogos, dirigidos por investigadores de la Universidad Estatal de Oregon en Estados Unidos, el fósil representa una nueva especie de escarabajo que han nombrado como Protoliota paleus.
El trozo de ámbar se descubrió en el valle de Hukawng en Myanmar en 2001 y contiene el fósil de un escarabajo macho de 2,3 milímetros de longitud, pero con unas antenas inusualmente largas con respecto a su cuerpo de casi 8 milímetros.
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Además de esa característica única (el largo de sus antenas), la nueva especie también se diferencia de otros fósiles por su tamaño corporal pequeño, ojos ligeramente salientes, mandíbulas largas y pronoto estrecho, escribieron los autores en su descripción.
El pronoto es una estructura en forma de placa que cubre todo o parte del tórax, la parte media del cuerpo, donde se unen las patas y las alas, de algunos insectos.
En el fósil, el equipo también encontró evidencia de secreciones sexuales en los pelos tarsales (la parte final de las patas) del escarabajo, similares a las secreciones o feromonas que sirven para atraer a las hembras en sus primos actuales, dijeron los investigadores.
Estas feromonas habrían provocado respuestas sexuales en las hembras, promoviendo el reconocimiento de los machos y estimulando el apareamiento.

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Según el equipo, el fósil pertenece a la familia de escarabajos Silvanidae que contiene 62 géneros y 500 especies, donde las especies modernas se distribuyen por todo el mundo, excepto en la Antártida.
Hasta la fecha, se han registrado diez especies fósiles de Silvanidae en ámbar que abarcan las eras Mesozoica y Cenozoica, desde hace 250 millones de años hasta hace pocos millones de años.
La mayoría de los escarabajos de esta familia son saprofitos, lo que significa que viven bajo la corteza de árboles moribundos o muertos y comen hongos. Mientras que otros son plagas que se alimentan de productos almacenados.
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Aunque las antenas «extremadamente» largas de la nueva especie podrían haber supuesto inconvenientes, como dificultad en los movimientos entre la vegetación del cretácico medio (de 97 a 110 millones de años), la observación de sus parientes actuales nos dan una visión de como pudo ser en el pasado.
Por ejemplo, algunas especies modernas caminan a lo largo de los árboles con sus antenas extendidas buscando hembras que reconocen sólo por contacto antenal. Por lo tanto, las antenas más largas contribuyen a una extensión antenal más amplia, lo que aumenta la probabilidad de encontrar una hembra.

A su vez, los machos también usan sus antenas para golpear a otros machos que compiten por la misma hembra, donde los machos más grandes con antenas más largas tienen una ventaja sobre los más pequeños con antenas más cortas.
«Así que tenemos un escenario de un escarabajo macho combativo que persiguió a las hembras bajo los pies de los dinosaurios», dijo el investigador principal en un comunicado. «Similar a los machos que luchan por las hembras en los bosques tropicales de hoy».
Otra función de las antenas largas es que habría servido para proteger a la hembra durante la puesta de huevo (oviposición), ya sea cubriendo el cuerpo de la hembra o colocando las antenas a lo largo de cada lado del cuerpo de su compañera.
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Por estás características, es probable, sugieren los científicos, que las antenas más largas de Protoliota paleus, más que la de otras especies descubiertas en ámbar, habrían servido para localizar a las hembras, luchar contra machos rivales y posiblemente, después del apareamiento, para proteger a las hembras durante la oviposición.

Sin embargo, hasta ahora no hay evidencia de que las antenas extendidas de los machos sean más atractivos para las hembras ni que las hembras los seleccionen para aparearse por el tamaño de sus antenas.
A pesar de esta falta de evidencia, concluyeron los paleontólogos, «el estudio representa uno de los raros casos en los que se pueden suponer patrones de comportamiento de un insecto fósil sobre la base de sus características físicas».
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[Desde Guna Yala, un artículo de Morbeb]