En el tranquilo mundo subterráneo de las hormigas, la paz puede ser efímera. En cualquier momento, en algún rincón del jardín, dos hormigas pueden iniciar una disputa. Estos de ahí, por ejemplo, que se tocan las antenas en señal de agresividad, están a punto de iniciar una batalla, abrirán y cerrarán sus mandíbulas con fuerza, mordiendo y tirando de las patas y el abdomen de su oponente. Es una lucha feroz, donde cada hormiga intenta infligir el mayor daño posible. Pero la lucha va más allá de este rincón. Trás esta interacción, cada rival guardará en su memoria una señal del enemigo, llevando la pelea a otro momento y a otro lugar. Incluso involucrando a otras hormigas que no habían participado en la pelea original. Si una de ellas se encuentra con algún miembro de la colonia del agresor, la reconocerá, como han descubierto los biólogos evolutivos de la Universidad de Freiburg en Alemania.
Los científicos descubrieron que las hormigas pueden recordar y reconocer a hormigas de colonias rivales gracias a sus marcas olfativas: el olor de una hormiga puede activar el recuerdo de una experiencia negativa en otra, aumentando así la agresividad. Como si una persona de un barrio X se peleara con alguien de otro barrio y luego, al encontrarse con otro individuo del mismo barrio del rival —porque se viste igual o tiene el mismo tatuaje—, se volviera agresiva con él. Algo similar ocurre con las hormigas, dicen los biólogos, todo por el olor característico que emite su enemigo. Un comportamiento que puede ser clave para la defensa de una sociedad de insectos.

Más de Morbeb: El lobo etíope podría ser el primer carnívoro superior que poliniza, según un estudio reciente
Estudios anteriores habían sugerido que las hormigas pueden reconocer a sus enemigos a través del aprendizaje asociativo: pueden identificar a sus rivales basándose en experiencias previas, asociando señales químicas con estímulos negativos (como una pelea pasada), lo que parecía conducir a una mayor agresión entre colonias vecinas.
Sin embargo, la mayoría de las explicaciones sobre cómo las hormigas aprenden a reconocer a los miembros de su colonia y los cambios de olor en su entorno se basaban en el aprendizaje no asociativo. Es decir, las hormigas se acostumbran a las señales químicas de sus compañeras, lo que hace que su reacción a estas señales disminuya con el tiempo. Digamos que guardan en su memoria los olores característicos de su familia y su ambiente y se acostumbran a ellos.
Pero el aprendizaje no asociativo no puede explicar todos los comportamientos de reconocimiento de las hormigas, dicen los autores del nuevo artículo. Por ejemplo, algunas especies de hormigas son más agresivas hacia colonias vecinas que hacia colonias desconocidas, un fenómeno conocido como el efecto del «vecino desagradable».
En el nuevo estudio, los científicos querían probar si el aprendizaje asociativo tenía algo que ver con el comportamiento de llevarse mal con sus vecinos. Si las hormigas se vuelven más agresivas hacia colonias cercanas debido a encuentros conflictivos con ellas.
Para su propósito, expusieron a un grupo de hormigas (Lasius niger) a encuentros breves de 1 minuto con hormigas de la misma colonia y a otro grupo con hormigas de una colonia ajena, una vez al día durante 5 días. Los científicos notaron que cuando las hormigas se encontraban con individuos de otra colonia, su agresión aumentaba durante los 5 días del experimento.
Al sexto día, realizaron encuentros con hormigas de las mismas colonias rivales (llamémoslas colonia A y B) y un encuentro con hormigas de una colonia desconocida (colonia C). Descubrieron que las hormigas eran más agresivas hacia aquellos de otra colonia con los que habían tenido encuentros previos (A y B). En cambio, la agresión fue menor cuando se encontraron con hormigas de una colonia desconocida.
Este patrón, dicen los autores, sugiere que el aprendizaje asociativo de olores puede explicar el efecto del vecino desagradable observado en el campo: las hormigas pueden aprender a reconocer olores y ser más agresivas hacia hormigas de colonias vecinas a través de encuentros conflictivos previos.
Estos olores característicos de cada colonia provienen de las diferencias en el suelo y los alimentos, que a su vez pueden aumentar las diferencias en los hidrocarburos cuticulares (CHC), las etiquetas químicas que las hormigas usan para el reconocimiento.

Más de Morbeb: Depredación Pura: las águilas marciales acechan y cazan cachorros de león
Para comprobar hasta qué punto la agresividad aumenta por las peleas, los científicos repitieron el experimento de forma ligeramente modificada. En la primera fase, diferenciaron entre encuentros con hormigas agresivas y pasivas. Se aseguraron de que una hormiga se comportara de forma pasiva cortándole las antenas. En la segunda fase, las hormigas que solo se habían encontrado con competidoras pasivas se comportaron de forma significativamente menos agresiva.
La duración del encuentro también parece influir en la memoria. En otro experimento, los científicos cambiaron el tiempo de interacción, de 5 días a una hora. Descubrieron que la agresión seguía presente, pero de forma más débil que después de los encuentros sucesivos diarios.
«Nuestros resultados», dicen los científicos, «indican que las hormigas pueden aprender asociativamente las etiquetas de los no compañeros de nido».
En otras palabras, además de poseer múltiples plantillas de reconocimiento para los miembros de su colonia, las hormigas también son capaces de generar otras «memorias» de hormigas que las atacaron. Guardan «rencor» gracias al aprendizaje asociativo, un rencor que en última instancia podría permitir una defensa más precisa de la colonia contra los intrusos.
La información es libre, pero investigar en profundidad, analizar datos y escribir en un lenguaje sencillo toma tiempo, apoya a nuestros editores a través de: