
Astrónomos de la Universidad de California han descubierto que las tormentas en Saturno tienen impactos climáticos que pueden durar siglos y modifican la química atmosférica del planeta.
Cada 20 o 30 años, una tormenta gigante compuesta principalmente de hidrógeno y helio entra en erupción en Saturno, creando enormes perturbaciones de nubes que llegan a envolver todo el planeta. Hasta la fecha, los astrónomos tienen registro de 6 de estas megatormentas, la última ocurrió en 2010 y fue visible por más de 6 meses.
Si bien estos fenómenos en Saturno son similares a los huracanes en la Tierra, pero muchísimo más grandes, hasta ahora no se sabe qué los causa.

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Para estudiar el fenómeno más a fondo, los astrónomos de la Universidad de California buscaron rastros químicos de la última tormenta en la atmósfera superior de Saturno a través del radiotelescopio Very Large Array (VLA) en Nuevo México.
Durante su estudio, no solo encontraron las firmas de la tormenta de 2010, sino que además detectaron señales de todas las tormentas gigantes del pasado, «hasta cientos de años, [e incluso rastros de] una tormenta más antigua no reportada en el hemisferio Norte», escribió el equipo en su paper.
Según los datos, la concentración de amoniaco en las regiones asociadas a las tormentas son inesperadamente bajas, esto a pesar de que la capa de nubes más alta de Saturno está formada principalmente por nubes de hielo de amoníaco. Mientras tanto, cientos de kilómetros por debajo de estas mismas regiones atmosféricas, las concentraciones de amoníaco aumentan mucho más de lo normal.
Un símil sería que, en la región más superficial del mar donde debería existir cierta cantidad de sales, en algunas zonas estas concentraciones fueran menores que las zonas de al lado, pero debajo de la misma región la concentración fuera mayor. Es prácticamente lo que observaron en la atmósfera de Saturno con el amoniaco.

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Según los científicos, las megatormentas parecen impulsar algún proceso desconocido de transporte de amoníaco que arrastra el gas desde la atmósfera superior de Saturno hacia las profundidades de la atmósfera inferior. Las moléculas caerían en forma de precipitación para volver a evaporarse luego. Una especie de ciclo que parece dura cientos de años después del paso de una tormenta.
El estudio reveló además que, aunque tanto Saturno como Júpiter están hechos de gas hidrógeno, sus troposferas (la parte de la atmósfera más cercana a la superficie) pueden ser sustancialmente diferentes. Esa diferencia considerable entre estos dos gigantes gaseosos desafía el conocimiento de la formación de megatormentas en planetas similares, dicen los investigadores.
Por lo tanto, si bien los mecanismos detrás de estas anomalías atmosféricas, y detrás de las megatormentas de Saturno en general, siguen siendo un misterio, estudiarlas más a fondo podría ampliar no solo nuestra comprensión de cómo se forman los planetas gigantes, sino también de qué impulsa los sistemas de tormentas como las Grandes Manchas Blancas de Saturno y la Gran Mancha de Júpiter.
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[Desde Guna Yala, un artículo de Morbeb]