Los bebés sí forman recuerdos: la ciencia revela por qué olvidamos nuestros primeros años

Un estudio publicado en la revista Science revela que el hipocampo de los bebés sí codifica recuerdos, pero estos se vuelven inaccesibles a medida que uno crece.

Los bebés sí forman recuerdos: la ciencia revela por qué olvidamos nuestros primeros años
Créditos: hungrybrain.

Entre los 4 y los 24 meses de edad, el cerebro humano vive una paradoja: mientras absorbe el mundo como una esponja —reconoce rostros, asocia palabras, explora su entorno—, no conserva recuerdos conscientes de este período. Este fenómeno, conocido como amnesia infantil, ha sido uno de los grandes enigmas de la neurociencia. ¿Es incapaz el cerebro de los bebés de formar memorias o, simplemente, de conservarlas? Un estudio liderado por neurocientíficos de la Universidad de Columbia, publicado esta semana en Science, sugiere que es más un problema de recuperación: los bebés sí crean recuerdos, pero el cerebro adulto pierde la clave para acceder a ellos.


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La memoria en bebés no es un concepto nuevo, aunque su comprensión había sido limitada hasta ahora. Los investigadores señalan que existe evidencia contundente de que los bebés desarrollan capacidades memorísticas desde sus primeros meses de vida, como reconocer entornos familiares o imitar acciones observadas previamente. Sin embargo, el debate científico se centraba en determinar si estas habilidades dependían exclusivamente del hipocampo —esa región cerebral fundamental para la memoria— o si involucraban otras estructuras neuronales. Hasta este estudio, las investigaciones se habían basado principalmente en observaciones conductuales, sin evidencia directa de la actividad cerebral.

Para resolver el enigma, los investigadores del nuevo estudio analizaron a 26 bebés de entre 4 y 24 meses de edad mediante un escáner de resonancia magnética funcional (fMRI) mientras se les mostraban fotografías de objetos, caras y escenas. Esta tecnología permite registrar cambios en el flujo sanguíneo cerebral, identificando qué áreas se activan al procesar información.

La prueba incluía tres etapas principales. Primero, a los bebés se les mostraba una fotografía de algo nuevo que no habían visto antes. Esto es para que su cerebro registrara el estímulo por primera vez. Luego, se les presentaba un elemento antiguo (una imagen que ya habían visto en el ensayo anterior) junto con uno nuevo de la misma categoría. Los investigadores querían ver si el bebé prefería mirar el elemento antiguo frente al nuevo. Basicamente para determinar si eran capaces de recordar. Por último, utilizaron un patrón de fondo verde que se movía de manera dinámica, para que los bebés no se distrajeran o perdieran interés.

Los hallazgos fueron reveladores: en bebés mayores de 12 meses, el hipocampo posterior —la región que en adultos funciona como almacén principal de recuerdos— mostró una intensa actividad ante imágenes que posteriormente reconocían. Este descubrimiento demuestra que su capacidad para procesar y almacenar recuerdos ya está plenamente operativa. En cambio, los bebés menores de un año presentaban una actividad mínima o nula en esta región, lo que sugiere que existe un punto crítico en el desarrollo cerebral cuando este sistema comienza a funcionar.

Los bebés sí forman recuerdos: la ciencia revela por qué olvidamos nuestros primeros años
Fig. 2. Diseñó de prueba para evaluar la memoria de los bebés utilizando una resonancia magnética funcional. La prueba incluía tres etapas principales: Ensayo de codificación: A los bebés se les mostraba una fotografía de algo nuevo. Ensayo de prueba: Luego, se les presentaba un elemento antiguo junto con uno nuevo de la misma categoría. Intervalos entre estímulos: Para mantener la atención de los bebés durante los momentos de espera entre cada ensayo. Créditos: Yates, et al./Science, 2025.

Curiosamente, algunos bebés mostraron una activación cerebral significativamente más precisa —miraban durante más tiempo las imágenes familiares que reconocían. Sus hipocampos no solo funcionaban, sino que lo hacían con una eficiencia notable, como si ya hubieran perfeccionado el mecanismo para codificar y recuperar información.

El estudio también identificó la participación de otras áreas cerebrales, particularmente la corteza orbitofrontal —asociada con la memoria en niños mayores—. Sin embargo, se observó una ausencia llamativa: la corteza temporal medial, fundamental para la memoria en adultos, no mostraba actividad detectable. Este hallazgo sugiere que los bebés no solo procesan los recuerdos de manera diferente, sino que lo hacen mediante un sistema neuronal que aún está en desarrollo.

Pero, si el hipocampo funciona desde los primeros meses de vida, ¿por qué no recordamos nada de nuestros primeros años? La respuesta parece estar en lo que ocurre después de la formación del recuerdo. Los científicos proponen dos explicaciones posibles: o bien los recuerdos no se transfieren de manera adecuada al almacenamiento a largo plazo (fallo en la «consolidación»), o el cerebro adulto no sabe cómo acceder a esas memorias antiguas (problemas de «recuperación»).

Investigaciones previas con ratones apoyan la segunda hipótesis. Cuando los científicos reactivan artificialmente las neuronas que almacenaron un recuerdo en la infancia, utilizando técnicas como la optogenética —que emplea luz para activar ciertos genes y células—, los animales adultos pueden acceder a memorias que parecían perdidas. En un estudio de 2018, por ejemplo, los ratones incluso lograron recordar el miedo a descargas eléctricas al que fueron sometidos días después de nacer. Es posible que un mecanismo similar ocurra en los bebés humanos, sugieren los investigadores.

Además, estos experimentos con ratones han demostrado que incluso aprendizajes tempranos, como encontrar la salida de un laberinto, pueden «recuperarse» en la adultez si se reactivan las neuronas originales.

Los bebés sí forman recuerdos: la ciencia revela por qué olvidamos nuestros primeros años
Fig. 3. Las imágenes muestran los efectos de l memoria (si el bebé recuerda o no) en el cerebro. Todos los bebés (A): Observaron los cerebros de todos los bebés en conjunto para encontrar patrones generales. Bebés más pequeños (B): Luego, analizaron únicamente a los bebés más jóvenes para ver si había diferencias en comparación con el grupo general. Bebés mayores (C): Por último, hicieron lo mismo con los bebés mayores. Los puntos en el cerebro (llamados vóxeles) que mostraban diferencias significativas en la actividad se colorearon según el nivel de significancia. Créditos: Yates, et al./Science, 2025.

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El estudio, por lo tanto, cambia nuestra comprensión de la amnesia infantil. No se trata de un fallo del sistema, sino que parece ser un mecanismo evolutivo: el cerebro prioriza olvidar lo aprendido en los primeros años para dejar espacio a aprendizajes más complejos que aparecen con el desarrollo. Esa información inicial no desaparecería del todo —podría estar escondida en algún rincón neuronal—, pero se vuelve inaccesible para la conciencia adulta.

El estudio también revela que la memoria episódica —nuestra capacidad para recordar experiencias personales— comienza a formarse alrededor del primer año de vida, aunque en una versión más frágil y de menor duración que en adultos. Si bien no resuelve completamente el misterio de la amnesia infantil, transforma radicalmente nuestra perspectiva: ahora sabemos que el cerebro infantil no es un disco vacío, sino un sofisticado sistema de almacenamiento temporal que opera bajo parámetros diferentes.

Las implicaciones de este descubrimiento son profundas. Más allá de explicar por qué no recordamos nuestros primeros pasos o palabras, podría revolucionar el tratamiento de trastornos de memoria en la infancia y optimizar estrategias de aprendizaje temprano. Además, plantea preguntas fundamentales sobre cómo aprovechar esta etapa crítica del desarrollo cerebral.

Aunque nuestros recuerdos de los primeros años quizás nunca lleguen a nuestra conciencia adulta, ahora sabemos que, al menos por un tiempo, estuvieron ahí. Estas memorias fugaces podrían ser la base de nuestra capacidad para aprender y formar recuerdos más adelante. Así que la próxima vez que veas a un bebé sonreír ante un juguete nuevo, recuerda: su cerebro no solo está aprendiendo, está grabando momentos que, aunque él mismo no podrá evocar años después, son la base de todo lo que vendrá. La ciencia acaba de demostrar que nuestras primeras experiencias no se pierden definitivamente —permanecen latentes en algún rincón de la mente—, esperando que algún día descubramos cómo recuperarlas.

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