
Un equipo internacional de biólogos ha descubierto una nueva especie de hongo, un hongo capaz de convertir arañas en zombis. Bautizado como Gibellula attenboroughii, en honor al célebre naturalista Sir David Attenborough, este hongo no solo infecta a las arañas, sino que también manipula su comportamiento, llevándolas a morir en lugares expuestos para asegurar su propia dispersión.
El hallazgo se produjo en un escenario que parece sacado de una película de terror: el techo de un almacén de pólvora abandonado en Irlanda del Norte. Allí, los científicos encontraron el cadáver de una araña tejedora de orbes (Metellina merianae) completamente cubierto por el hongo. Pero esto no fue un caso aislado. Otras arañas infectadas por la misma especie fueron halladas en paredes y techos de cuevas, lejos de sus escondites habituales, lo que sugiere que el hongo las «obliga» a abandonar sus refugios.

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La araña Metellina merianae suele habitar en lugares oscuros y húmedos, como cuevas, alcantarillas y sótanos, donde construye sus telarañas para capturar presas. Sin embargo, cuando el hongo Gibellula attenboroughii las infecta, algo extraño ocurre: las arañas abandonan sus escondites y mueren en posiciones expuestas, como techos o paredes. Este comportamiento, dice el estudio, recuerda al de las hormigas zombis, infectadas por el famoso hongo Ophiocordyceps, que las manipula para buscar lugares ideales para su reproducción.
En el caso de las hormigas, el hongo las lleva a buscar hojas a una altura específica, donde la temperatura y la humedad son perfectas para que el hongo libere sus esporas. Algo similar parece ocurrir con M. merianae: el hongo las «guía» hacia lugares con corrientes de aire, lo que facilita la liberación y dispersión de sus esporas y asegura la infección de nuevas víctimas.

Además de esta característica «zombificadora», el hongo cambia su apariencia dependiendo del hábitat de su huésped, según la descripción. En el holotipo (el ejemplar principal usado para describir la especie), encontrado en el almacén de pólvora, el hongo cubría completamente el cuerpo de la araña con una densa capa de micelio (estructuras similares a raíces) de color blanco. También producía sinnemas (estructuras parecidas a tallos) cilíndricos y conidióforos (estructuras que producen esporas) con una forma que recuerda al hongo Aspergillus. Las esporas, pequeñas y transparentes, se agrupaban en cadenas compactas.
En cambio, en los paratipos (otros ejemplares estudiados) encontrados en cuevas, el hongo presentaba una cubierta micelial de color amarillo, sinnemas más delgados y afilados, y cabezas de esporas de un lila pálido. Los conidióforos eran más cortos y tenían cabezas simples, similares a las del hongo Penicillium.

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Los científicos creen que estas variaciones están relacionadas con las condiciones ambientales donde viven las arañas y la especie húesped (también infecta a Meta menardi). En el almacén de pólvora, la ausencia total de luz y el escaso movimiento de aire podrían explicar la pérdida de pigmentación y la formación de columnas compactas de esporas, que se adhieren entre sí para no dispersarse demasiado.
En las cuevas, en cambio, donde hay algo de luz difusa y corrientes de aire, el hongo produce cadenas más cortas de esporas, lo que facilita su dispersión. En otras palabras, el hongo se adapta a su entorno para maximizar sus posibilidades de infectar a nuevas arañas.
El nombre attenboroughii es un tributo al icónico locutor y naturalista Sir David Attenborough, cuyos documentales han inspirado a generaciones a apreciar la biodiversidad del planeta. Curiosamente, la especie fue descubierta durante el rodaje de una serie sobre la naturaleza, lo que hace que el homenaje sea aún más especial.
El descubrimiento de Gibellula attenboroughii no solo añade una nueva especie al mundo de los hongos, sino que también nos recuerda lo fascinante y compleja que puede ser la naturaleza. Este hongo, con su capacidad para manipular el comportamiento de las arañas y adaptarse a diferentes entornos, es un ejemplo perfecto de cómo la evolución puede dar lugar a estrategias increíblemente sofisticadas para la supervivencia.
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